El mundo se olvida de una tuberculosis que se cobra 5.000 víctimas cada día
La gripe A ha matado a unas 4.000 personas en todo el mundo desde que estalló el virus en abril. Sigue su peregrinaje por el mundo a una media de veinte víctimas mortales por día. Desde entonces, el mundo entero ha unido fuerzas para inventar en tiempo récord la vacuna que frene la pandemia. Por la tuberculosis se mueren silenciosamente 5.000 individuos cada día. Con el permiso de Rumanía, España tiene el dudoso honor de ocupar el trono de los más infectados de la UE. Mucha gripe A, mucho cáncer, pero ninguna institución ni ningún órgano competente habla ni se ocupa de la tuberculosis. Porque, a pesar de ser una de las enfermedades más viejas de las que se tiene conocimiento, parece que se la haya tragado la tierra. No se le ha destinado ni un euro desde los últimos cuarenta años, justo cuando llegaron los medicamentos que hoy se comercializan. Tal vez los expertos no sepan que si no se recibe el tratamiento, cada persona con tuberculosis activa puede infectar, de media, a entre 10 y 15 personas al año. El aviso lo lanza la Organización Mundial de la Salud.
La misma OMS certifica que esta enfermedad afecta a 9,2 millones de personas en todo el mundo y cerca de 2 millones mueren cada año. La bacteria causante, el Mycobacterium tuberculosis (M.tb), infecta a un tercio de la población mundial. Sin embargo, se sabe muy poco de esta enfermedad infecciosa que se transmite de persona a persona a través del aire. Es obvio que, aunque las autoridades pertinentes lo oculten, la tuberculosis es una pandemia cada vez más amenazante y mortal debido a la creciente resistencia a los fármacos, al aumento de las personas co-infectadas y a la cifra creciente de viajes y movimientos de población.
Hay que tener cuidado porque los síntomas pueden confundirse con los de un catarro o una gripe. Tos seca, persistente, con una temperatura corporal que oscila entre los 37 y los 37,5 grados, cansancio intenso, malestar general, sudoración, pérdida de peso y sangre en los esputos son signos suficientes para pensar que ha sido contagiado de tuberculosis. También hay casos en los que no aparece ninguno de estos síntomas, así que el diagnóstico llega tarde y el tratamiento puede ser inútil. El doctor Juan Ruiz Manzano, presidente de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), insiste en que el perfil de los pacientes con tuberculosis es muy diverso, ya que afecta desde "sanitarios como cooperantes hasta personas con bajo nivel socio económico”.
El diagnóstico que todavía se utiliza para comprobar si una persona o no padece la enfermedad es demasiado arcaico. Se examina microbiológicamente el esputo. Lo mismo que se hacía hace cien años. Un mecanismo que sólo es capaz de detectar la mitad de los pacientes nuevos. La otra mitad está contagiada sin saberlo y se expone a transmitirle el virus a cualquier persona que se le acerque a menos de un metro de distancia.
Los que están en el bando de los afortunados diagnosticados, toman medicamentos fechados hace 40 años. Cuatro de las cápsulas combinadas se las toman durante un periodo de seis a nueve meses, lo que puede provocar el abandono del tratamiento y el consiguiente desarrollo de cepas al medicamento. Curiosamente, en ciertos casos alcanzan casi el 100% de mortalidad. Porque si no se termina el tratamiento puede aumentar la resistencia a la infección, llegando incluso a formas de tuberculosis extremadamente resistente a medicamentos.
La vacuna contra la tuberculosis es octogenaria y si es cierto que proporciona alguna protección contra las formas severas en niños, es poco fiable contra la tuberculosis pulmonar, la más extendida en todo el mundo. Unos métodos de diagnóstico y tratamiento obsoletos que además suponen altos costes. Por ejemplo, las cepas resistentes son caras y difíciles de tratar, lo que supone una sobrecarga excesiva para los Sistemas Nacionales de Salud.
Hasta ahora, sólo existen dos asociaciones que quieren desarrollar nuevas vacunas y fármacos contra la tuberculosis: la Alianza Mundial para el Desarrollo de Medicamentos contra la Tuberculosis y la Fundación Mundial Aeras para una Vacuna contra la misma. Dicen que si los gobiernos fueran conscientes de las consecuencias de esta pandemia, en tres años podría reducirse la duración del tratamiento a un tercio y a largo plazo limitarlo a quince días. Como cualquier otra infección común. Lástima que no se le dedique el tiempo ni el dinero que se le ha destinado a una simple gripe llamámosle A.
No hay comentarios:
Publicar un comentario