domingo, 20 de diciembre de 2009

Cuestión de fuerza‏


el hombre contra la bestia

Bakio acogió ayer un inédito desafío de arrastre de piedra entre un buey y Mikel Alzola, campeón de Euskadi de la especialidad

Fue un desafío de fuerza. Un duelo inédito entre un animal y un hombre en la modalidad de arrastre de piedra. Por un lado, Mikel Alzola, campeón de Euskadi de la especialidad; por otro, 'Txikito', un buey, propiedad del gernikarra Ramón Lauzirika, que este año ya ha ganado las 'idi probak' de Gernika y Busturia, pero en pareja.

Los contrincantes: un joven de 91 kilos con una mole de 600, contra un manso de 980 kilos con otra piedra de 1.150. El reto: durante 20 minutos, cubrir el mayor número de clavos - 24 metros- sobre un carrejo de asfalto. Para tratar de compensar la evidente diferencia de fuerza entre ambos contendientes, se estipuló que por cada largo que realizara el hombre, el animal tenía que hacer cinco.

El primero en actuar fue Alzola. Pertrechado con un cinturón ancho de cuero a su cintura, que se unía a la mole por medio de una cadena, y con una especie de garfio en sus dos manos para arrastrar la pieza de espaldas al público, comenzó a buen ritmo. Dos pasitos hacia delante y un fuerte tirón dejándose caer hacia atrás. Semejante esfuerzo sólo le permitía avanzar entre uno y dos metros por tentativa. Tras completar el primer recorrido en poco más de dos minutos, el veredicto quedó plasmado en las quinielas que realizaron los presentes. «Puede estar cerca de los ocho», señalaron. No anduvieron lejos. Asesorado por su inseparable preparador José Antonio Elorrieta 'Sancho', tuvo una buena actuación. Su marca final fue de 7 clavos, 17 metros y 10 centímetros.

«Estoy satisfecho con el trabajo realizado. Hubiera sido bonito llegar a los ocho clavos, pero a partir del cuarto de hora el esfuerzo me ha comenzado a pasar factura», señaló Alzola.

A continuación llegó el turno del buey. 'Txikito', que llevó como carreteros a Ander Tubilla e Ignacio Tellería, tenía que superar los 38 clavos y 1 metro para adjudicarse el triunfo. Era factible. La táctica de su propietario fue clara. Marcar un ritmo constante sin forzar al animal para ver cómo respondía y, si llegaba entero a las postrimerías de la prueba, hacer que diera el resto. La primera referencia no fue buena. Alzola había cubierto antes un clavo que él cinco. Sin embargo, todavía tenía mucho que decir. A partir de entonces comenzó a mejorar, y el resto de los registros intermedios cayeron de su lado. Al final, incluso, terminó su labor medio al trote. Su registro final fue de 43 clavos justos. Había ganado fácil.

«Es muy difícil compensar el esfuerzo entre un hombre y un animal. Tal vez si le hubiéramos cargado la piedra con 100 o 200 kilos más, el desafío hubiera sido más equilibrado, pero ha sido un bonito espectáculo», valoró Lauzirika. Todo fue cuestión de fuerza.














































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