sábado, 29 de mayo de 2010

El faro de Gorbeia cumple 50 años‏

La construcción del popular refugio de Arraba marcó un hito en el diseño del resto de los albergues españoles
La niebla de Gorbeia es una de las leyendas de la gran montaña vizcaína. Pero la más palpable y auténtica cuando se abate sobre sus laderas, prados y hayedos. Cuando envuelve, atrapa y deja ciegos a los montañeros, especialmente en las campas de Arraba. En esos momentos, cuando hasta el más experimentado caminante se desorienta en ese muro opaco y húmedo, son muchos los que han respirado aliviados al encontrarse con los árboles que marcan el sendero hacia el refugio Ángel Sopeña, conocido más popularmente como el refugio de Arraba.
Ese auténtico faro de Gorbeia lleva medio siglo iluminando a sus montañeros y hoy (12..00 horas) celebra la efeméride con la entrega de varias placas conmemorativas y un lunch. Fue el 29 de mayo de 1960 cuando se inauguró el actual edificio ante cerca de 3.000 montañeros que no se quisieron perder el evento. Bautizado con el nombre de Ángel Sopeña, uno de los montañeros vizcaínos más ilustres y trabajador incansable por la promoción de este deporte desde la Federación Vizcaína, su construcción marcó un hito en el diseño de los refugios españoles.
Julián Delgado, arquitecto y presidente de la Federación Española, fue su diseñador. Hasta entonces, los refugios montañeros eran sombríos, con pequeñas ventanas y techos bajos. En cambio el de Arraba era amplio y luminoso. Con su construcción, la FEM saldó la deuda moral contraída con los montañeros vizcaínos en 1957, cuando se desprendió del refugio de Egiriñao, a los pies de La Cruz.
Su ubicación es verdaderamente estratégica, está protegido de los vientos del norte por una leve ondulación del terreno, que evita el impacto visual al acceder a las campas de Arraba. Pero todo montañero sabe, aunque no se vea, que está ahí, siempre presente para hacer un alto en el camino o salvar un apuro. Su actual uso tiene poco que ver con el de origen. Las ascensiones a Gorbeia eran verdaderas expediciones . «Con el aparcamiento de Pagomakurre, cambiaron, tanto su uso como sus usuarios», explica Jesús de la Fuente, ex presidente de la Federación Vizcaína y auténtica enciclopedia viva del montañismo de la provincia. «Llega gente hasta con zapatos de tacón, pero no es un restaurante ni una casa rural, es un refugio», aclara Javier Fonbellida, actual responsable, cuyo empeño en no perder esa filosofía montañera le ha supuesto más de un enfado con ocasionales usuarios.
El refugio, además, «ha salvado muchas vidas», continúa De la Fuente. «Subir a La Cruz era una verdadera aventura y no existían los árboles que hoy señalan el camino al paso de Aldape y al edificio de la federación». «Era habitual que los montañeros se perdieran». Por entonces, Ángel Sopeña colocaba una bandera en lo alto de la loma o tocaban con un cuerno o una campana para a orientar a la gente.





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